“El que ama a su
hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga
tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella
vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.” 1 Juan 2:10-11
Cuánta verdad conlleva esta palabra, pero al mismo tiempo
cuán difícil es poder aplicar a nuestras vidas.
Estamos convencidos que en la unidad de su iglesia las
bendiciones de Dios se derraman, pero lamentablemente nos cuesta practicarlo y
comportarnos como hermanos que somos. ¿Te has preguntado alguna vez por qué hay
rivalidad entre nosotros? ¿De dónde vienen las contiendas? ¿Acaso no somos
hijos de un mismo Padre? ¿Acaso Dios no es amor y el que dice amarlo tiene que
amar a su prójimo? ¿No nos enseñó Jesús a amarnos unos a otros?
Es verdad que todos poseemos un carácter muy singular, puedo
decirlo con toda seguridad por la familia numerosa que tengo, porque a pesar de
tener rasgos muy parecidos finalmente no hay similitud en la personalidad de
cada integrante.
Es triste saber cómo estamos permitiendo que el enemigo gane
ventaja sobre nosotros a raíz de nuestras diferencias, porque mientras Dios
quiere mantenernos unidos como hermanos, nosotros estamos dando lugar al
enemigo para terminar con valiosas amistades que han sido construidas
durante años que, por pequeños malentendidos, han terminado en contiendas.
Familias enteras se van desintegrando, matrimonios que terminan
en divorcio e iglesias acaban divididas. La pregunta es: ¿por qué
estemos permitiendo que eso ocurra? Puedes excusarte de la forma que desees y
poner todos los argumentos que tengas, pero aun así nunca será razón suficiente
para que todo problema termine en grandes peleas.
¿Sabías que el tiempo que tenemos acá en la tierra es limitado?
Entonces ¿por qué perderlo en discusiones? ¿Por qué no vivir como un solo
cuerpo que somos?
Si hoy tiene que pasar por alto la falta de tu hermano, hazlo,
no termines este día enemistado con nadie; si tienes que pedir perdón, ya no lo
pienses más, todos cometemos errores y así como unos merecen una oportunidad,
otros necesitan darla.
No olvides que, por más diferentes que podamos ser el uno del
otro, al final somos miembros de un mismo cuerpo: Jesús. No te quedes en la
oscuridad y aprende a amar a tu hermano tal y como es.
“Pues, así como cada
uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos
miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos
un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás.” Romanos
12:4-5
Fuente. cristojuvenil.com
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