“Yo, yo hablé, y le llamé y le traje; por
tanto, será prosperado su camino.” Isaías 48:15.
No hace mucho tiempo dos
hermanos, campesinos de Chile, iban de madrugada hacia sus faenas diarias y
durante el camino comentaron el poderoso sermón sobre la inminencia de la
Segunda Venida de Cristo, el cual habían escuchado la noche anterior. Tal fue
el impacto en ellos que uno al otro expresaba sus nuevos propósitos de
esforzarse a lo sumo por ganar el mayor número de almas.
Mientras
platicaban, un desconocido se unió a ellos, saludó e intervino en la
conversación sobre el sermón de la noche anterior y sobre la urgencia de ganar
almas en vista de la brevedad del tiempo. “Pero usted no estaba anoche en el
culto”, dijo uno de los labriegos. “Sí, aunque ustedes no me vieron, yo estaba
en el culto”, respondió el forastero, y desapareció.
Los
campesinos experimentaron tal ardor en sus vidas que no pudieron continuar
hacia su trabajo y regresaron a casa del pastor, a quien contaron su
experiencia. El pastor les dijo: “A ustedes les ha acontecido lo que a los
discípulos en el camino de Emaús; el Señor caminaba y platicaba con ustedes”.
Amados,
estos humildes campesinos iban platicando del tema que está más cerca del
corazón de Dios: la salvación de las almas perdidas. Y puesto que de esto
hablaban, allí estaba el Señor con ellos, caminó con ellos, platicó con ellos,
compartió con ellos. Y el Señor acompañará, inspirará, defenderá, bendecirá,
sostendrá a todos aquellos de Sus hijos que se esfuerzan por ganar almas para
el Reino de los Cielos. Con toda seguridad podemos afirmar que el Señor está
llamando obreros. Amén.
El
LLAMAMIENTO
Un
llamamiento de Dios es el acto divino por el cual Dios llama a una persona o a
personas a realizar una labor general o específica, en un lugar señalado o no
señalado, en un tiempo determinado o no determinado. Por ejemplo, Dios ha
llamado a una persona, como llamó a Abraham, a Samuel, a Jonás, a Saulo de
Tarso. También Dios ha llamado a más de una persona a la vez, como en el caso
de: “Apartadme a Bernabé y a Saulo…” (Hch. 13:2)
1.
Dios llama para realizar una labor general, como en el caso de los doce
apóstoles, y también a veces llama para realizar una labor específica, como en
el caso de Moisés, que fue llamado para liberar al pueblo de Israel.
2.
A veces Dios llama para un lugar específico, como fue el caso de Jonás, para
que fuera a predicar a Nínive; y como fue el caso de Felipe, que le fue dicho:
“Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza, que
es desierto.” (Hch. 8:26).
3.
Otras veces Dios llama sin especificar el lugar, como cuando llamó a Abraham,
que le dijo: “Sal de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a
la tierra que te mostraré... y salió sin saber a dónde iba.” (Gn. 12:1; He.
11:8).
¿Por
qué llama?
1.
Dios llama en forma general a todos los hombres para SALVACIÓN: “Mirad a mí, y
sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.”
(Is. 45:22). “Para que todo aquel que en Él cree, no se pierda... Venid a mí
todos los que estáis cargados...” (Jn. 3:16; Mt. 11:28).
2.
Dios llama a todos los creyentes para CONSAGRACIÓN: “Que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo…” (Ro. 12:1).
3.
Dios llama a todos Sus hijos para tener COMUNIÓN con Él: “Y seré para vosotros
por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas…” (2 Co. 6:18).
4.
También Dios llama individualmente a algunos para SERVIR a Dios, para el
servicio cristiano, y es precisamente a esta clase de llamamiento al que
deseamos referirnos: el llamamiento para servir a Dios en Su Santa Obra, tanto
en el campo doméstico como en los campos foráneos.
¿Por
qué a los hombres?
1.
Dios llama a los hombres, en primer lugar, por Su gran misericordia.
2.
Puesto que el hombre fue usado por el diablo para la ruina de la raza, ahora
Dios quiere vencer al diablo y lo vencerá usando precisamente al hombre, para
la total restauración de la raza y la derrota definitiva de Satanás. La derrota
de Satanás ya ha sido decretada en el Calvario.
3.
Además, Dios llama a los hombres, porque los ángeles, con toda su sabiduría,
que es superior a la del hombre, no hubiesen podido realizar en el plan de
redención mejor labor que la que puede realizar el hombre. El Hijo de Dios tuvo
que hacerse Hijo del Hombre para poder redimir al hombre. Así pues, los
ángeles, que no poseen nuestra naturaleza humana, ni conocen nuestras
necesidades y limitaciones, no pueden realizar mejor labor en beneficio del
hombre que lo que el propio hombre puede realizar, llamado y usado en las manos
de Dios.
Los ángeles no nos pueden predicar la redención, porque ellos no
conocen el tema por experiencia. Aún más, ellos no comprenden bien el misterio
de la redención; por eso nos dice San Pablo, que la Iglesia expone, predica y
enseña a los ángeles, principados y potestades, el ministerio de la redención
(Ef. 3:9-11). Los ángeles se admiran, porque habiendo caído un crecido número
de ángeles en la rebelión de Lucifer, Dios no ha provisto, que nosotros
sepamos, algún plan para la redención de los ángeles caídos. Empero, para el
hombre, un ser inferior a los ángeles, Dios ha provisto el plan más excelente
de todas las edades, al punto de que el Hijo de Dios se hiciera hombre,
redimiera al hombre y lo colocara a un nivel aun superior del que perdió en el
Huerto de Edén. Esta maravilla, los ángeles no la entienden. ¡Gloria a Dios!
El
gran Arcángel Miguel y el gran Arcángel Gabriel no podrían predicar un mensaje
sobre la redención, pues ellos nada saben por experiencia acerca de la
redención. Sin embargo, el más humilde predicador puede hacerlo mejor que el
mayor de los ángeles, porque el predicador ha sido redimido.
Por
ello, Dios llama a los hombres, porque Él quiere usar al propio hombre en la
proclamación y exposición del mensaje de la redención. ¡Gracias a Dios!
Rev. Luis M. Ortiz
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