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¿Cómo definirías esto?: sueño, anhelo, ilusión, pasión, familia. Permíteme compartirte lo que pienso de estas palabras y su conexión en la familia, creo que todas ellas nos conducen hacia el futuro, independientemente del lugar al que queramos llegar, es donde nos vemos junto a nuestros hijos alcanzando sus metas, nuestras metas.
Aunque ya no estamos en tiempos antiguos donde los padres escogían una profesión para los hijos, todos tenemos el anhelo de que nuestros hijos llegue muy lejos con los dones y talentos que Dios les dio desde su formación, ¿cierto? Te cuento un secreto, no recuerdo haber jugado en mi infancia con plastilinas (de las que vienen en cajas individuales por colores, huelen rico y son suavecitas) así que cuando mi nena cumplió dos años, ¿sabes qué le regalé?, pues si, esas plastilinas que yo había anhelado siempre, jugamos a la cocina con ellas y aún tengo los moldes de las verduras que podía hacer para servir una rica ensalada de plastilinas. Lo sé, pensé solo en mí.
Me encanta esta frase de Sixto Porras de su reciente libro Hijos Exitosos: “Debemos enseñar a nuestros hijos a tomar decisiones desde que están pequeños. Les provee seguridad, confianza y afirma su individualidad e independencia.” Pero esta frase ya no aplica para comprar juguetes a niños de dos años, va más allá porque se trata del futuro de tus hijos y del propósito que Dios tiene con sus hermosas vidas.
Nosotros, como padres de familia somos las personas certeras para brindar a nuestros hijos seguridad, refugio, educación, y respuestas a sus preguntas respecto a lo que quieren ser “cuando seas grande”. Te ha pasado que tu hijo quiere ser Policía para cuidarte; o cuando te ve en cama, con una gripe, quiere ser doctor para curarte. Es una ternura escuchar sus profesiones a los cuatro o cinco años, ellos enseguida se proyectan a cosas grandes para agradarte y a medida que van alcanzando una madurez, estos anhelos, van tomando forma y acción.
Al escribir esto, recuerdo los primeros años de mis nenas: cuando hicieron su primer pastel, pensé ¡seguro será una chef pastelera, harán las tortas de chocolate más deliciosas del país! Cuando comenzaron a andar en bici sin las ruedas de apoyo pensé ¡van a ser las campeonas del tour de ciclismo en Francia! Hasta que aprendieron a nadar y dije ¡soy tan feliz porque van a ganar una medalla olímpica! Estaba una poco obsesiva ¿no crees? Pero tuve que aprender una gran lección porque a aquello que yo más le apuntaba con mi gusto personal y mis oraciones, es a lo primero que Daniela dijo que no, en sus cortos 7 años, me dijo: Mami, no me gusta nadar, eso te gusta a ti… solo permanecí en silencio. Aprendí una gran lección: cada persona tiene un propósito de vida, con el cual Dios nos creó de manera independiente.

Te desafío a que tus hijos puedan recordarte siempre por fomentar en ellos un espíritu de excelencia en todo lo que hacen, con tus acciones, con tu ejemplo. De esta manera, podrás garantizar el impacto de sus vidas en una sociedad que necesita personas con principios y valores fundamentados en una familia firme. Apoyar e impulsar a tus hijos les permite crecer y te hace grande a ti.
Fuente:  radiohcjb.org

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