
“Desayuna como rey, almuerza como
príncipe y CENA como mendigo”, dice el
refrán.
Y, mira qué cosas dice el Señor: “estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré, y CENARÉ con él, y él conmigo”. Pero, ¿nos
invita a CENAR como mendigos? ¡Nooo! La comida principal
para los griegos era la CENA, y tenía lugar
al caer la noche. Y hago referencia a los griegos, porque el Libro de
Revelaciones o Apocalipsis fue escrito en una isla griega, y en un griego
tosco, torpe e iba destinado a lectores griegos.
El propio Libro dice que está destinado
a “las siete iglesias que están en la provincia de Asia”;
y Asia, era entonces una provincia romana de costumbres helénicas. El punto es,
no importa si estas aislado de la vida debido a una enfermedad, si estas preso
de un mal hábito –que bien puede ser, ver sólo el lado negativo de las cosas,
la duda, qué se yo-, no importa si el menosprecio de otros o tu
autoconmiseración te dibujan como el menos preparado… el más torpe, el más
tosco: el Señor te habla hoy como le habló a Juan–… sí como a Juan, un hombre “con las mismas pasiones que tú y yo“-.
Y te dice que le “abras las puertas del corazón, que reconozcas Su
voz“, para que tengan una CENA de Rey a rey, un banquete de reyes. Mira lo que
dijo el rey David: “me sirves banquete delante de mis angustiadores”; es decir,
aunque eso que te angustia está presente,
Él quiere CENAR contigo; aunque haya
caído la noche de tu peor circunstancia, quiere tener intimidad contigo, para
hacer un trueque: recibir esa angustia, para darte paz, victoria, dirección,
provision… en síntesis: salvación, “porque Él tiene cuidado de ti“, dice la
Palabra. -
Por: Hugo Enrique Famanía
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