Román Mayorga aún tiene la
Biblia que recibió en la cárcel, pero recuerda lo difícil que fue su vida.
Luego de recibir una fuerte paliza por una banda a los 16 años, decidió buscar
venganza uniéndose a una banda rival. "Empecé a golpear a la gente",
dijo Román. A los 19 años, Román fue condenado a seis meses de prisión por
robar a una empresa. Estando en la prisión, un predicador le habló acerca de
Jesucristo, pero al salir libre, siguió con las andadas.
En lugar de
unirse a la empresa de su familia de coches, comenzó a robarles, lo que le
llevó a su segunda condena. Allí, conoció a otro predicador que visitaba a los
presos. Esta vez, Román estaba dispuesto a escuchar. "Me había ido muy
mal, así que me pregunté ¿Qué estoy haciendo con mi vida? La estoy desperdiciando”,
me dije. El predicador, Carlos Mariñelarena, dio a Román una Biblia y comenzó a
discipularlo. "Estudié toda la Biblia en la cárcel, leyendo cada
palabra".
Los primeros siete años después de haber sido liberado de la
cárcel, Román oró por su esposa, Dulce, para que también recibiera a Jesucristo
como su Señor. Ella lo hizo, y ahora ambos son miembros de una iglesia en
México. Ahora Román participa en el ministerio de prisiones de la iglesia,
compartiendo su testimonio durante los servicios de culto. "Yo sé que Dios
quiere que yo testifique que Él puede cambiar sus vidas como lo hizo
conmigo", dijo Román.
Román y Dulce también operan en uno de los 10 centros de
alimentación de los niños de la iglesia en Mazatlán y sus alrededores, labor
con más de diez años donde pueden mostrar a los niños el amor de Dios de manera
tangible. Román ha aprendido los nombres de un máximo de 80 niños que llegan al
centro de alimentación para que pueda orar por ellos y sus familias, una por
una.
Fuente: samaritanspurse
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