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La costumbre de dar y recibir representa una actitud del corazón que nos permite hacer conexión con los demás. Para que esta buena práctica se convierta en un hábito natural y frecuente, la voluntad debería responder a los estímulos estéticas y a las expresiones emocionales presentes en una relación. ¿Cómo se ve, qué apariencia tiene lo que damos, es encantador, es cautivante?
El apóstol Pablo dice que debe ser “agradable”. Esta instrucción tiene el mismo sentido en la indicación que la ley del Antiguo Testamento establecía respecto a la ofrenda para el sacrificio a Dios: “sin defecto”. La forma, la presentación, el envoltorio es como la punta del iceberg donde la superficie evidencia lo que hay en el fondo.
El sentido estético se puede apreciar en otros contextos vinculados con una relación como la decoración de la casa, la preparación de los alimentos, la atención al escoger regalos, los lugares donde frecuenten juntos, los aromas que generamos tanto como el tono de la voz en el trato que damos. Podría parecer inverosímil, superficial o trivial pero la forma que le damos a las cosas son tan importantes como el fondo.
En suma, el cómo uno se presenta ante los demás, principalmente ante su pareja es concluyente para generar un determinado nivel de precepción y aun aceptación. La frase “como te ven, te tratan” no debería ser subestimada en una relación, aunque suene un tanto discriminatoria. Así que, el hecho de dar es una estrategia que nos hace más competitivos hacia el éxito de nuestras relaciones.

Duval Rueda Espinoza

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