La relación que Jesús tenía con el Padre es un modelo de la
relación que quiere que nosotros tengamos con Él. Jesús tenía tanta intimidad
con el Padre, que pudo decir: “…Yo soy
en el Padre, y el Padre en mí…” (Juan 14:11). Jesús también conocía íntimamente al
Espíritu Santo. El primer sermón que la Biblia nos cita comienza con “El Espíritu del Señor está
sobre mí…” (Lucas 4:18). Él “…fue llevado por el Espíritu al desierto…” (Mateo
4:1) y estaba “…lleno del Espíritu Santo…” (Lucas 4:1).Volvió
después de cuarenta días duros en el desierto, donde fue tentado por el diablo,“…en el
poder del Espíritu…” (Lucas 4:14). Jesús se sometió al Padre y
recibió poder del Espíritu Santo. Tenía la costumbre de ir a adorar (Lucas 4:16).
Memorizaba las Escrituras (Lucas
4:4). Lucas dijo
que Jesús “…se
apartaba a lugares desiertos para orar” (Lucas 5:16).

Sus tiempos de oración lo
guiaban. En una ocasión volvió después de un periodo de oración y anunció que
era hora de irse a otra ciudad (Marcos
1:38), y en otra
oportunidad, eligió a sus discípulos después de orar (Lucas 6:12-13). Jesús era guiado por una mano
invisible. “…Todo lo que el Padre hace,
también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19). En el mismo capítulo dijo también: “Yo no puedo hacer nada por mi
propia cuenta. Juzgo según el Padre me ordena…” (Juan 5:30 DHH).
Ora en este día: “Padre, mantenme alerta,
sensible y rendido a Ti en todas las cosas; no como el último recurso sino como
mi primera elección. Apodérate de mi vida. Jesús, Tú que estás en mi interior,
¡vive Tu vida a través de mí!
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