La joven Nala* es de Somalia, tiene 22 años y enfrenta
persecución dentro de su propia casa. “Me enseñaron a ser musulmana, pero nunca
entendí el propósito de nuestra religión”, dice. Su testimonio muestra la doble
vulnerabilidad que enfrentan las mujeres cristianas que viven en países donde
existe hostilidad hacia los seguidores de Jesús. Somalia es el tercer peor país
del mundo para ser un cristiano, según la Lista Mundial de Persecución de
Puertas Abiertas.
“Siempre íbamos a la mezquita,
pero nuestras vidas nunca cambiaron. Siempre me pregunté, después de tantas
oraciones y rituales, ¿adónde iremos cuando muramos?”, compartió. Nala fue
criada bajo una educación religiosa extrema, nunca fue a la escuela, pero
quería saber leer y escribir. La alfabetización sucedió en secreto.
“Mi secreto no duró mucho. Mi
hermano mayor se enteró y me golpeó por desobediencia. Pero no me rendí,
encontré trabajo, trabajé mucho y ahorré todo el dinero pensando en mis
estudios”, dijo. Un día, Nala se encontró con un canal de YouTube de los
seguidores de Jesús y comenzó a enviar mensajes. “Al principio pensé que los
estaban engañando, pero después de que nos hicimos amigos me dijeron que leyera
la Biblia. Empecé en Génesis y no pude parar”, continuó.
Nala dice que pensó en hacer
una peregrinación a La Meca para sentirse merecedora del cielo. “Pero Dios
tenía un plan diferente para mí”, dice Nala. “Por primera vez sentí paz en mi
corazón. Pero tenía que mantener mis nuevas amistades en secreto”. Nala terminó
conociendo a otros cristianos secretos en Somalia y fue bautizada.
Sin embargo, su familia se
enteró de su nueva fe. “Una noche mi padre me llamó para decirme que mi madre
se estaba muriendo. Corrí a casa, pero era mentira”, recordó. Al llegar a casa,
fue golpeada por su hermano. Nala terminó encerrada. “Me llevaron a un lugar
donde se realizaban rituales de curación para apóstatas y psicópatas. Gritaron
partes del Corán en mi oído. Luego me golpearon y volvieron a encerrarme”,
dijo.
Su familia quería su teléfono
celular para identificar a sus amigos cristianos. “Sabía que podían
lastimarlos”, agregó. “Mi hermana tuvo compasión de mí. Me dio el teléfono para
hablar con mis amigos cristianos. Encontraron un lugar seguro para que yo
pudiera escapar. Pero, antes de que lograra escapar, mi familia me entregó en
matrimonio”, explicó. Sin embargo, el día antes de la ceremonia, la hermana la
llevó a una mezquita para una clase. “Y fue entonces cuando logré escapar”,
informó. Después de una semana, Nala salió del país con solo la ropa que
llevaba puesta.
“Me di cuenta de que yo no
elegí a Dios, fue Él quien me eligió a mí. No lo busqué, él me encontró. Antes
no tenía alegría, ahora la tengo”, reconoció. Nala termina diciendo que perdió
a su familia, su hogar y todas sus pertenencias, pero ganó una vida en
Jesucristo.
Fuente: Captura de pantalla de
video de Portas Abertas
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