Una mujer africana, lisiada de los pies, se
habría arrastrado por un largo trayecto solo para escuchar el Evangelio y
entregarse a Jesús. Este testimonio fue relatado por el misionero Ronaldo
Lidório en un video que encontramos en Guiame, portal brasileño de noticias
cristianas.
Cuando se sintió llamado a iniciar un trabajo evangelístico en
una remota tribu africana de Ghana, Lidório sabía que iba a experimentar
grandes dificultades, pero ver la mano de Dios en medio de cada adversidad
impactó no solo la tribu de los konkombas, donde él trabajó durante años, sino
también su propia fe.
Lidório relata que poco tiempo después de
llegar a aquella tribu que nunca antes había oído de Jesucristo, logró
evangelizar a una familia de 13 integrantes, la cual le ayudó a establecer la
primera iglesia en el pueblo. "¡Cuán bueno es que se convierta una familia
así de numerosa, pues cuando se convierte una familia, ya tienes una
iglesia!" , dijo Lidório.
Mebá —el líder de la familia— era un hombre con visión. Él, su
esposa y sus 11 hijos mostraban tan grande amor a Dios que, después de
entregarse a Jesús, querían rápidamente compartir el Evangelio con toda la
tribu. Entonces, se dirigieron a cada choza en la tribu para invitar a sus
vecinos al primer culto.
Más de 400 personas se reunieron una
mañana, a la sombra de los árboles, para oír por primera vez la Palabra de
Dios. No fue sencillo. "Dos hechiceros se acercaron a mí antes del sermón
y me dijeron que no predicara, luego que me negué, empezaron a interrumpirme y
a contrariarme durante toda la prédica”, manifestó Lidório.
Cuando Mebá hizo el llamado, para sorpresa
de todos, Dios había tocado el corazón de 67 konkombas, quienes entregaron sus
vidas a nuestro Señor Jesús. Otra cosa impactante al finalizar el culto fue la
aparición de una mujer paralítica, quien llegó al lugar arrastrándose. Ella
preguntó: “Hombre blanco, ¿acaso llegué muy tarde para entregarme a Jesús?”.
Aquella mujer no era una konkomba, sino una
moradora de una tribu aledaña y, al saber que el Evangelio sería predicado a
los konkombas, pidió a su padre y a sus hermanos que la llevaran en sus brazos.
Pero todos se negaron. Entonces, se arrastró cinco kilómetros hasta el lugar
donde se estaba realizando el culto.
Las mujeres de la iglesia la acogieron,
trataron sus manos heridas y limpiaron su cuerpo que estaba lleno de barro.
Entonces, Lidório oró por ella y, finalmente, esta esforzada mujer pudo
entregar su vida a Jesucristo.
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