Hace un par de años sufría de
dolores constantes de cabeza, era insoportable. Mi madre, Sina, en la
desesperación recurrió a las únicas personas que pensó que podrían ayudar, los
cristianos. Mi nombre es Bahati y esta es la historia de cómo el Evangelio
transformó nuestras vidas.
Mi madre, no era
creyente ni condescendiente con los cristianos. Pero oyó hablar de las
curaciones en la iglesia. Se acercó a los líderes de la iglesia y ellos
acordaron orar por mí. Fue en ese instante que Dios comenzó a todo en nuestras
vidas.
Mis dolores de
cabeza fueron censando. Empecé a sobresalir en la escuela. Todos quedaron
estupefactos cuando mis calificaciones subieron. Me convertí en una de las
mejores estudiantes de matemática en la escuela.
Más que agradecida, mi madre visitó a los líderes de la iglesia
y bendijo el nombre de Dios, quien había sanado mi vida. Ser sanada me mostró
el lado glorioso del Evangelio, quise conocer más de este Dios Todopoderoso.
“Por favor, sigan permitiéndome ir a
la iglesia”, le dije a mi madre, ella no se interpuso. Aunque mi población en
Tanzania es mayormente musulmana y practicante de brujería, ninguno me ayudó a
sanar este sufrimiento.
Al asistir a la iglesia me dieron un
regalo especial con libros cristianos y útiles escolares. Fui corriendo a casa,
se lo mostré a mi madre y ella me dijo que mi regalo era una bendición para
toda la familia.
Era hermoso, jamás me sentí tan
feliz. Me inscribí a las clases de The Greatest Journey para llegar a casa y
contar a mi familia todo lo que había aprendido. Les hablé del amor de Dios,
del amor al prójimo. Les conté cómo Dios creó todas las cosas, incluso a mí, y
que Dios ama a todas las personas que creó.
No pude resistirme a su amor.
Entregué mi vida a Cristo. Le dije a mi madre que también debía recibir a Jesús
como su Señor y Salvador,y así lo hizo. Ahora, ambas amamos a Jesucristo porque
Él nos amó primero.
Fuente: SamaritansPurse
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