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Ante una multitud llena de angustia y ansiedad, Jesús les dijo: “No os angustiéis por vuestra vida… Mirad las aves del cielo…” (Mateo 6:25-26). Te preguntas: ‘¿Qué voy a aprender mirando a una bandada de pájaros?´ En Pensilvania a principios del invierno los cielos se oscurecen, literalmente, por las grandes multitudes de gansos canadiense que efectúan su vuelo migratorio anual hacia el cálido sur. Durante los próximos días vamos a considerar el comportamiento de estas aves y aprender de ellas.

Los gansos vuelan juntos, no separados; no van a su aire, porque un ganso solo no podrá cubrir la distancia. Estas aves vuelan en una formación característica en forma de V. Cuando una bate las alas, el movimiento hace que el aire despedido dé un impulso a la que va detrás. Volando de esa manera, su capacidad de vuelo se incrementa en un 71 por ciento. Y hasta los gansos más jóvenes, los más viejos o los más débiles consiguen llegar a su destino. Juntos pueden lograr lo que nunca harían por separado.

La enseñanza para nosotros es que cuando la Biblia dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándoos…” (Hebreos 10:25), eso significa que debemos tener comunión los unos con los otros, porque eso nos da el impulso para seguir adelante. No hemos sido llamados a volar en solitario. “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros” (1 Corintios 12:21). De vez en cuando uno de los gansos se sale de la formación, pero pronto se queda sin fuerzas, pierde altitud y acaba uniéndose al grupo. “Mirad las aves del cielo”, y aprended de ellas.

“MIRAD LAS AVES DEL CIELO…” (Mateo 6:26)

Toda formación tiene que tener un “líder de la bandada”, que va adelante en la punta de la V y marca el ritmo a los demás. Es una posición muy dura porque éste recibe los vientos de cara, se enfrenta a los cambios climáticos el primero y es el primero en sentir la lluvia en la cabeza, la nieve en los ojos y el hielo en las alas. Éste hace que la formación se mantenga firme en cualquier situación. Es una tarea difícil, agotadora, solitaria a veces, puesto que no hay nadie delante de él que le ayude a volar. El éxito de la formación y la llegada a su destino dependen de su perseverancia en mantenerse en su puesto.

Toda iglesia tiene un “líder de la bandada”. Y cada departamento tiene el suyo: los jóvenes, las finanzas, el evangelismo, el ministerio pastoral, etc. Éstos dirigen y marcan el ritmo y la dirección a sus seguidores. Por lo general, en las iglesias se encuentran dos tipos de personas: los “desempleados” y los “pluriempleados”. Los líderes de la bandada son los últimos, y tienden a quemarse con frecuencia.

Pero antes de que el líder de los gansos sucumba agotado, se abre un espacio atrás en la formación y éste se pasa a ese lugar más cómodo, mientras otro se pone a la cabeza, colocándose sin ninguna dificultad como nuevo líder de la bandada. Este apoyo mutuo es la clave de la formación. Eso quería decir el apóstol Pablo cuando escribió: “…Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro…” (Efesios 4:16). No te conformes con ser un consumidor, ¡sé un productor! Una iglesia excelente no es la que tiene muchos empleados pagados, es la que cuenta con voluntarios dispuestos a ayudar ahí donde se necesite.

MIRAD LAS AVES DEL CIELO…” (Mateo 6:26)

En el mundo de los gansos, las aves de más edad, las jóvenes y las débiles van siempre protegidas en la cola de la formación. Pero no van aisladas ni se las considera inútiles; de hecho, éstas desempeñan un papel fundamental: son las que con sus graznidos animan a los líderes. Inevitablemente, el mal tiempo a veces amenaza su misión. El volar se dificulta y aún los más duros se resienten. Pero entonces, de la retaguardia sale un graznido fuerte que da pie a un coro de gansos que juntos animan al líder de la bandada. Pablo entendió esto: “Por lo cual, animaos unos a otros y edificaos unos a otros…” (1 Tesalonicenses 5:11). Sabía que necesitábamos una sección de “animadores” que nos apoyen y nos alienten con palabras y con oración. Necesitamos a personas que digan:‘Estoy a tu lado, tus espaldas están cubiertas conmigo.’ “Pero vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien” (2 Tesalonicenses 3:13).

Muchos siervos de Cristo han conseguido atravesar los valles más oscuros gracias a la oración y el grito de ánimo de algún hermano curtido, con cicatrices de guerra, sin demasiadas fuerzas, pero lo bastante tenaz para no dejar que otro hermano abandonara mientras él pudiera evitarlo. En el vuelo de los gansos, de vez en cuando ocurre que uno de ellos lanza un graznido de queja estridente y desafinado. Seguidamente, las otras aves comienzan a graznar, ahogando el sonido de queja y restaurando el orden y la unidad. El problema de las iglesias no es que hay mucha gente que habla cosas negativas, sino que muy pocos proclaman lo positivo. Cuando alguien grite “derrota”, tú grita de vuelta “victoria”. Cuando proclamen “temor”, devuélveles “fe”. Unas pocas palabras de ánimo son capaces de apagar verdaderas tormentas de queja. Por ello, únete a la sección de los animadores y sé conocido como Bernabé, cuyo nombre significa “el que consuela [anima] a otros” (Hechos 4:36, Biblia en Lenguaje Sencillo).

 

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“MIRAD LAS AVES DEL CIELO…” (Mateo 6:26)

En el mundo de los gansos, las relaciones son “hasta que la muerte los separe”. Se toman muy en serio este principio y están totalmente comprometidos unos con otros. Cuando uno de ellos, debido a la edad u otras circunstancias, no puede seguir el ritmo y empieza a perder altitud, o no puede seguir la formación, la bandada lo protege, nutre y apoya. Dos gansos fuertes dejan la formación, vuelan con el “paciente” en medio de ellos y buscan un lugar seguro con comida y agua para que el ganso necesitado pueda recuperarse. Luego se quedan allí vigilándolo y cuidando de él hasta que o bien se recupera o bien muere. Cuando una de esas dos cosas sucede, entonces se unen a otra formación. Para estos dos gansos, su propia vida queda “en punto muerto” con el fin de cuidar a un compañero. ¡Qué ejemplo de compasión cristiana y de amor desinteresado y sacrificado!

“Dios ordenó el cuerpo… para que… todos los miembros se preocupen los unos por los otros… Si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él…” (1 Corintios 12:24). En la cultura actual, se margina a los necesitados, incluidos aquéllos que ya no funcionan como lo hicieran una vez. Pero Dios pide que “todos los miembros se preocupen los unos por los otros”, sobre todo por los que sufren. Si una bandada de pájaros puede hacerlo, ¿cómo no va a poder hacerlo la familia de Dios? “Mirad las aves del cielo” dijo Jesús. Si pueden hacer eso para ayudarse “…¿no valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26). Uno de los dos grandes mandamientos (no son sugerencias, sino mandatos) que Cristo nos dio fue: “Ama a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más importante…” (Marcos 12:31). Cuando se oiga que nos amamos de esa manera, ¡tirarán las puertas de nuestras iglesias para poder entrar en ellas!

“MIRAD LAS AVES DEL CIELO…” (Mateo 6:26)

Los gansos que se han extraviado o alejado son siempre bienvenidos de vuelta a la formación, porque ésta no es un club exclusivo de élite. Las aves separadas de otras formaciones, que se han quedado aisladas por el mal tiempo, accidente o enfermedad, son acogidas plenamente en la familia. La formación altera sus planes, modifica la fecha de llegada y se somete a inconvenientes para acomodar a cualquier extraño que busca aceptación. Muchos gansos llegan sucios, desplumados y desnutridos. Pero nunca se les rechaza. Del mismo modo, la iglesia de Dios no es un museo de obras de arte, sino un hospital para los heridos de la vida, aun si esas heridas se las han ocasionado ellos mismos. Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados…” (Mateo 11:28). “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; a ésas también debo atraer …, y habrá un rebaño y un pastor.” (Juan 10:16).


La misión principal de Cristo es reclutar, salvar y adoptar al extraño en su redil. Tal vez digas: ‘Pero no son mi clase de gente; no son, ni hablan, ni huelen como yo’ ¿Y eso qué importa? No nos corresponde a nosotros escoger a nuestros hermanos espirituales; Dios lo hace. Si se rozan con nosotros y los sentimos como si fueran papel de lijar, nos están ayudando a limar nuestras asperezas y a pulirnos. ¿Sabes con qué materiales construye Dios su iglesia? Prepárate para sorprenderte: “…Los injustos… los fornicarios… los idólatras… los adúlteros… los homosexuales… los ladrones… los avaros… los borrachos… los maldicientes… los estafadores… Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11). Se nos volvió a aceptar en la formación, fuimos lavados, santificados, justificados e integrados en la familia, con plenos derechos.

Fuente: devocionalescristianos.org

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