Ante una multitud llena de angustia y ansiedad, Jesús les dijo: “No
os angustiéis por vuestra vida… Mirad las aves del cielo…” (Mateo 6:25-26).
Te preguntas: ‘¿Qué voy a aprender mirando a una bandada de pájaros?´ En
Pensilvania a principios del invierno los cielos se oscurecen, literalmente,
por las grandes multitudes de gansos canadiense que efectúan su vuelo
migratorio anual hacia el cálido sur. Durante los próximos días vamos a
considerar el comportamiento de estas aves y aprender de ellas.
La enseñanza para nosotros es que cuando la Biblia dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre,
sino exhortándoos…” (Hebreos 10:25), eso significa que debemos tener
comunión los unos con los otros, porque eso nos da el impulso para seguir
adelante. No hemos sido llamados a volar en solitario. “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la
cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros” (1 Corintios 12:21). De vez en cuando uno de los gansos se
sale de la formación, pero pronto se queda sin fuerzas, pierde altitud y acaba
uniéndose al grupo. “Mirad las aves del cielo”, y aprended de ellas.
“MIRAD LAS AVES DEL CIELO…”
(Mateo 6:26)
Toda formación tiene que tener un “líder
de la bandada”, que va adelante en la punta de la V y marca el ritmo
a los demás. Es una posición muy dura porque éste recibe los vientos de cara,
se enfrenta a los cambios climáticos el primero y es el primero en sentir la
lluvia en la cabeza, la nieve en los ojos y el hielo en las alas. Éste hace que
la formación se mantenga firme en cualquier situación. Es una tarea difícil,
agotadora, solitaria a veces, puesto que no hay nadie delante de él que le
ayude a volar. El éxito de la formación y la llegada a su destino dependen de
su perseverancia en mantenerse en su puesto.
Toda iglesia tiene un “líder de la bandada”. Y
cada departamento tiene el suyo: los jóvenes, las finanzas, el evangelismo, el
ministerio pastoral, etc. Éstos dirigen y marcan el ritmo y la dirección a sus
seguidores. Por lo general, en las iglesias se encuentran dos tipos de
personas: los “desempleados” y los “pluriempleados”.
Los líderes de la bandada son los últimos, y tienden a quemarse con frecuencia.
Pero antes de que el líder de los gansos sucumba agotado, se
abre un espacio atrás en la formación y éste se pasa a ese lugar más cómodo,
mientras otro se pone a la cabeza, colocándose sin ninguna dificultad como
nuevo líder de la bandada. Este apoyo mutuo es la clave de la formación. Eso
quería decir el apóstol Pablo cuando escribió: “…Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las
coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada
miembro…” (Efesios 4:16). No
te conformes con ser un consumidor, ¡sé un productor! Una iglesia excelente no
es la que tiene muchos empleados pagados, es la que cuenta con voluntarios
dispuestos a ayudar ahí donde se necesite.
MIRAD LAS AVES DEL CIELO…”
(Mateo 6:26)
En el mundo de los gansos, las aves de más edad, las jóvenes y
las débiles van siempre protegidas en la cola de la formación. Pero no van
aisladas ni se las considera inútiles; de hecho, éstas desempeñan un papel
fundamental: son las que con sus graznidos animan a los líderes.
Inevitablemente, el mal tiempo a veces amenaza su misión. El volar se dificulta
y aún los más duros se resienten. Pero entonces, de la retaguardia sale un
graznido fuerte que da pie a un coro de gansos que juntos animan al líder de la
bandada. Pablo entendió esto: “Por lo cual, animaos unos a otros y edificaos unos a otros…” (1
Tesalonicenses 5:11). Sabía
que necesitábamos una sección de “animadores” que nos apoyen y nos alienten con
palabras y con oración. Necesitamos a personas que digan:‘Estoy a tu lado, tus espaldas están
cubiertas conmigo.’ “Pero vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien” (2
Tesalonicenses 3:13).
Muchos siervos de Cristo han conseguido atravesar los valles más
oscuros gracias a la oración y el grito de ánimo de algún hermano curtido, con
cicatrices de guerra, sin demasiadas fuerzas, pero lo bastante tenaz para no
dejar que otro hermano abandonara mientras él pudiera evitarlo. En el vuelo de
los gansos, de vez en cuando ocurre que uno de ellos lanza un graznido de queja
estridente y desafinado. Seguidamente, las otras aves comienzan a graznar,
ahogando el sonido de queja y restaurando el orden y la unidad. El problema de
las iglesias no es que hay mucha gente que habla cosas negativas, sino que muy
pocos proclaman lo positivo. Cuando alguien grite “derrota”, tú grita de vuelta
“victoria”. Cuando proclamen “temor”, devuélveles “fe”. Unas pocas palabras de
ánimo son capaces de apagar verdaderas tormentas de queja. Por ello, únete a la
sección de los animadores y sé conocido como Bernabé, cuyo nombre significa “el
que consuela [anima] a otros” (Hechos 4:36, Biblia en Lenguaje Sencillo).
“MIRAD
LAS AVES DEL CIELO…” (Mateo 6:26)
En el mundo de los gansos, las relaciones son “hasta que la muerte los separe”. Se toman muy en
serio este principio y están totalmente comprometidos unos con otros. Cuando
uno de ellos, debido a la edad u otras circunstancias, no puede seguir el ritmo
y empieza a perder altitud, o no puede seguir la formación, la bandada lo
protege, nutre y apoya. Dos gansos fuertes dejan la formación, vuelan con el
“paciente” en medio de ellos y buscan un lugar seguro con comida y agua para
que el ganso necesitado pueda recuperarse. Luego se quedan allí vigilándolo y
cuidando de él hasta que o bien se recupera o bien muere. Cuando una de esas
dos cosas sucede, entonces se unen a otra formación. Para estos dos gansos, su
propia vida queda “en punto muerto” con el fin de cuidar a un compañero. ¡Qué
ejemplo de compasión cristiana y de amor desinteresado y sacrificado!
“Dios ordenó el cuerpo… para
que… todos los miembros se preocupen los unos por los otros… Si un miembro
padece, todos los miembros se duelen con él…” (1 Corintios 12:24). En la cultura actual, se margina a los necesitados, incluidos
aquéllos que ya no funcionan como lo hicieran una vez. Pero Dios pide que
“todos los miembros se preocupen los unos por los otros”, sobre todo por los
que sufren. Si una bandada de pájaros puede hacerlo, ¿cómo no va a poder
hacerlo la familia de Dios? “Mirad las aves del cielo” dijo Jesús.
Si pueden hacer eso para ayudarse “…¿no valéis vosotros mucho más que ellas?”
(Mateo 6:26). Uno
de los dos grandes mandamientos (no son sugerencias, sino mandatos) que Cristo
nos dio fue: “Ama a tu prójimo como a ti mismo. No
hay otro mandamiento más importante…” (Marcos 12:31). Cuando se
oiga que nos amamos de esa manera, ¡tirarán las puertas de nuestras iglesias
para poder entrar en ellas!
“MIRAD LAS AVES DEL CIELO…”
(Mateo 6:26)
Los gansos que se han extraviado o alejado son siempre
bienvenidos de vuelta a la formación, porque ésta no es un club exclusivo de
élite. Las aves separadas de otras formaciones, que se han quedado aisladas por
el mal tiempo, accidente o enfermedad, son acogidas plenamente en la familia.
La formación altera sus planes, modifica la fecha de llegada y se somete a
inconvenientes para acomodar a cualquier extraño que busca aceptación. Muchos
gansos llegan sucios, desplumados y desnutridos. Pero nunca se les rechaza. Del
mismo modo, la iglesia de Dios no es un museo de obras de arte, sino un
hospital para los heridos de la vida, aun si esas heridas se las han ocasionado
ellos mismos. Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados…” (Mateo 11:28). “Tengo, además, otras ovejas que no son
de este redil; a ésas también debo atraer …, y habrá un rebaño y un pastor.”
(Juan 10:16).
La misión principal de Cristo es reclutar, salvar y adoptar al
extraño en su redil. Tal vez digas: ‘Pero no son mi clase de gente; no son, ni
hablan, ni huelen como yo’ ¿Y eso qué importa? No nos corresponde a nosotros
escoger a nuestros hermanos espirituales; Dios lo hace. Si se rozan con nosotros
y los sentimos como si fueran papel de lijar, nos están ayudando a limar
nuestras asperezas y a pulirnos. ¿Sabes con qué materiales construye Dios su
iglesia? Prepárate para sorprenderte: “…Los injustos… los fornicarios… los idólatras… los adúlteros… los
homosexuales… los ladrones… los avaros… los borrachos… los maldicientes… los
estafadores… Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya
habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor
Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11). Se nos volvió a aceptar en la
formación, fuimos lavados, santificados, justificados e integrados en la
familia, con plenos derechos.
Fuente: devocionalescristianos.org
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