Orando
en todo tiempo con toda oración y suplica en el Espíritu, y velando en ello con
toda perseverancia y suplica con toda perseverancia y suplica por todos los
santos. – Efesios 6:18
En el mes de marzo, se conmemora el Día Mundial de Oración. Sus
orígenes se remontan al siglo xix, cuando las mujeres cristianas de los Estados
Unidos y Canadá iniciaron una serie de actividades cooperativas para apoyar la
participación femenina en la obra misionera en todo el mundo. Aprovechando esta
conmemoración, nos gustaría enfatizar la importancia de la oración si deseamos
tener una vida cristiana victoriosa.
La oración es una forma de adoración y un excelente medio de
pasar el tiempo junto a Dios. Es el momento en que podemos adorar, y pedir por
nuestras necesidades, problemas o deseos y la salvación de los perdidos. Es una
oportunidad para alabar su nombre, darle gracias por su provisión constante y
reconocer que su voluntad soberana es siempre lo mejor para nuestra vida.
Jesús afirmó que el Padre busca adoradores que le adoren en
Espíritu y en verdad. Ahora bien, ¿cómo debemos orar? Jesús también les enseño
a sus discípulos cómo hacerlo: «Más tu, cuando ores, entra en
tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que te ve en lo secreto; y tu
Padre que ve en secreto te recompensará en público» (Mateo 6:6).
¿Cuándo tenemos que orar? Todo el tiempo: «Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses
5:17).
Nuestro tiempo con Dios es la oportunidad maravillosa de tener
una cita con nuestro Padre, a solas o en compañía de otros, unidos por el mismo
espíritu de gracia y amor.
Pero ¿qué debemos hacer cuando nuestras preocupaciones y
problemas cotidianos desplazan nuestro tiempo con Dios?
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