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La palabra de Dios nos guie y nos enseña el camino correcto.
Hoy nos detenemos en Jeremías 18:3-4:
“Descendí a casa del alfarero, y hallé que él estaba trabajando en el torno. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla”.

Hoy puede que estes viviendo algunas situaciones que no comprendes. Y la respuesta para todas tus preguntas es que estás “en las manos del Alfarero”. Es bueno saberlo, especialmente cuando estás sobre la “rueda” y todo en tu vida parece “girar” fuera de control. Aunque sea dificil de comprender para nosotros, la verdadera es otra, que con nuestros ojos no podemos ver.
Recuerda que el enemigo no tiene el control de tu vida, aunque intentará hacerte creer esa idea. Dios es el que permite cada cosa, y el control lo mantiene él. Muchas veces somos probados con nuestras debilidades, o con el pasado que nos enfrenta, con costumbres que hemos tenido o vivencias que ya hemos dejado de lado. Pero todo reincide para ver como afrontamos ahora el camino con Cristo.
¿Cuál va hacer nuestra actitud de ahora en adelante ? ¿Vamos a volver a hacer lo mismo que fuimos? o el poder de Dios se va a manifestar en nuestras vidas y cambiará nuestros corazones y nuestras actitudes? Debemos ser conscientes y revisar nuestro camino, y abrir nuestro corazón para Dios pueda realizar ese cambio en nosotros. usted debe querer cambiar y anhelarlo. Así Dios no fallará en transformarlo.
El Señor ve nuestros corazones y conoce nuestros pensamientos. Todo lo escudriña. Si abrimos nuestro corazón y somos sinceros, Dios nos limpiará de todos nuestros errores y pecados y nos transformará para su Gloria, para honrar su nombre, como lo dice la palabra, y ser su instrumento.
2 Timoteo 2:21
Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.

Como vasijas debemos reposar en las manos de nuestro alfarero, para que nos moldee a su forma y medida, a su perfecta voluntad. Dios nunca abandona la obra que el comenzó.

“He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano” Jeremías 18.6

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