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Las puertas del edificio de la iglesia estaban abiertas conforme el sonido de oración y alabanza hacían eco para que todo los peatones, autos y motonetas escucharan mientras transitaban por la calle.
Docenas de reunieron para un servicio en la iglesia Anglicana en el pueblo de Kacyiru, justo afuera de la capital cercada de tierra de la nación Africana. El grupo de alabanza vestía túnicas azules y cantaban canciones de adoración dando gracias al Señor por todo lo que Él ha hecho y lo que va a hacer para restaurar la unidad en el país que una vez fue plagado por el genocidio.
Los asistentes escucharon el sermón de un pastor evangélico, el cual vino de visita, y seguía con el lema que las iglesias y el gobierno central de Ruanda han estresado desde el final de una de las peores atrocidades a los derechos humanos que ha habido en décadas: la necesidad de vivir como “un” cuerpo bajo Cristo. O en el sentido secular, la necesidad de las personas de coexistir como “una Ruanda”.
A pesar de que hace sólo dos décadas y media han pasado desde el brutal asesinato de casi 1 millón de Tutsis y Hutus moderados llevado a cabo por extremistas Hutus y fuerzas de seguridad, el país predominantemente cristiano luce hoy muy diferente de como lo hizo en el verano y la primavera de 1994.
“Padre del cielo, te agradecemos por que podemos ver en Cristo que Tú has hecho posible para nosotros poder ser uno, ser un cuerpo, ser una Iglesia”, oró el Pastor Daniel Ledema a mediados de febrero una mañana de domingo. “Sabemos que esto es algo que nosotros nunca hubiéramos podido alcanzar por nosotros mismos. [Por favor] quebranta nuestros corazones para ayudarnos a ver cuales son algunas de esas paredes que deberían ser derribadas y cuáles deberían ser quebrantadas”.
El domingo conmemora el 25 aniversario de el comienzo del genocidio contra los Tutsi, una de las peores atrocidades en la historia mundial. Con la permeación de ideologías extremistas anti-Tutsi a través de la radio y los periódicos, miles de Hutus fueron empujados a la violencia en masa después de que un avión en el cual iba el Presidente Juvenal Habyarimana fuera derribado el 6 de abril de 1994.
En los 100 días que siguieron a este acontecimiento, por lo menos 800,000 o más personas fueron asesinadas, muchos de los cuales eran de la minoría Tutsi o Hutus moderados acusados de ser amadores Tutsi.
A pesar de que en ese tiempo Ruanda era considerado 90 por ciento cristiano, vecinos mataron a vecinos y cristianos mataron a cristianos en algunos de las formas más horrendas que se pueden imaginar.
No se tuvo misericordia ni para los niños y los infantes. En algunos casos, los bebés eran asesinados en los brazos de sus madres. En añadidura a la violencia comunal, las fuerzas de seguridad también fueron responsables de las muertes de miles de Tutsis, muchos de los cuales fueron asesinados dentro de iglesias y otros edificios en los cuales se les había dicho que estarían seguros.
Pero hoy, hay áreas para conmemorar el genocidio y tumbas masivas en todo el país las cuales han sido llenadas de restos rotos para educar y recordarle a la próxima generación de Ruandeses lo que una falta masiva de educación y la persistencia de ideologías peligrosas pueden causarle a una comunidad que alguna vez había podido coexistir pacíficamente.
Hoy, la nación del tamaño de Maryland pero con el doble de su población está unida en su mayoría. El gobierno ya no reconoce oficialmente las diferencias tribales y étnicas, algo que estaba indicado el frente de la identificación oficial de gobierno de una persona.
El país sirve de ejemplo de cómo una nación marcada por el genocidio se unió con la ayuda de programas de gobierno, iglesias y organizaciones sin fines de lucro para sobreponerse a la división étnica.
Con vecinos que mataron a sus vecinos, el único camino hacia adelante para muchas comunidades fue que las personas de corazón abrazaran el perdón radical que su salvador, Jesucristo, esperaba de ellos. Aunque la tensión social en Ruanda no es perfecta con el enojo y el dolor impactando en niveles individuales y familiares, la tensión Hutu-Tutsi generalmente ya no se siente en la nación.
Con la reconciliación que ocurrió en muchas comunidades, el enfoque es ahora en cómo no solamente mantener a la gente unida sino también en cómo mejorar la calidad de vida para las personas que viven el la nación densamente poblada de 12 millones de personas.
Sin muchos recursos deseables como el oro y los diamantes, y una economía que se basa en la agricultura, cerca del 20 por ciento de la población de Ruanda vive en extrema pobreza y 44 por ciento viven en pobreza moderada, de acuerdo al Director del Programa de Integración de World Vision en Ruanda. El ingreso promedio es de $150 dólares por mes.Pero como parte de la “Visión 2020” del gobierno Ruandés, el deseo es ver que Ruanda se vuelva en país de ingreso medio. A pesar de que tal vez no suceda para el 2020, Ruanda ha visto crecimiento económico.
Durante los últimos años, el gobierno, iglesias, y organizaciones sin fines de lucro con visiones evangélicas como World Vision Internacional han trabajado – en algunos casos juntos – para encontrar formas de crear mejores vidas para estas comunidades empobrecidas. Yendo más allá de la reconciliación, la meta es ayudar a las personas a ir de la dependencia a la dignidad.
Unidad y unión
Unidad y reconciliación han sido la meta nacional puesta por el gobierno de Ruanda dirigido por el Frente Ruandés Patriótico y Presidente Paul Kagame, un antiguo líder militar quien comandó la fuerza rebelde del RPF que terminó el genocidio. Kagame ha sido electo a tres términos desde que tomó cargo en el 2000 y su término actual termina en el año 2024.
A pesar de las preocupaciones de cómo el gobierno dirigido por el RPF ha silenciado a disidentes políticos, reprimió a la prensa, estrictamente gobernada y ha tomado mano dura con el sistema político Ruandés, los ruandeses quienes hablaron con The Christian Post mayormente apreciaron el empuje que el RPF ha tenido en las últimas dos décadas en retar a los ruandeses a buscar perdón, reconciliarse y trabajar juntos para mejorar a Ruanda.
Después del genocidio, aproximadamente 100,000 Hutus fueron arrestados y encarcelados por presuntamente estar involucrados en el genocidio, algunos de ellos eran inocentes, así mencionaron los locales. Con tantos sospechosos esperando juicio, hubiera tomado toda una vida resolver todos esos casos.
Luchando para hacer justicia en una escala tan masiva, el gobierno federal instituyó en el 2000 un sistema de justicia comunitaria llamado corte “Gacaca”, donde los perpetradores podían ser llevados a juicio entre sus compañeros en su comunidad quienes habían sido testigos de los crímenes que cometieron.
Junto con eso venía un énfasis en la idea de que los perpetradores deberían regresar a sus comunidades y buscar perdón.
Muchos de los perpetradores fueron dejados libres de prisión para ser juzgados en las cortes comunitarias donde las víctimas podían atestiguar a los crímenes que cometieron.
En muchos casos, los perpetradores fueron perdonados por sus víctimas. Considerando que había mucho trabajo por hacer para reconstruir las comunidades destruidas, muchos de los perpetradores fueron liberados de prisión y sentenciados a trabajar para la reconstrucción de hogares y edificios en sus comunidades.
Algunas de las comunidades incluso establecieron asociaciones de perpetradores de genocidio y sobrevivientes trabajando juntos para reconstruir sus hogares.
Con el pasar del tiempo, con enseñanzas del gobierno e iglesias, más relaciones fueron reconciliadas.
“El lema de nuestro país es unidad y unión”, Jean Bosco, un sacerdote católico sirviendo en la villa rural de Rugango en la provincia sur de Ruanda, le dijo a los reporteros quienes lo visitaron durante un viaje de prensa de World Vision.
“Porque había una misión para reunir a los ruandeses y construir el país, fue fácil para el gobierno y la iglesia unirse para hacer eso una realidad”.
El año pasado, la parroquia de Bosco con la ayuda de World Vision Ruanda, la organización humanitaria más grande del país que ha estado activa desde 1994, organiza clases para los perpetradores del genocidio y víctimas para ayudarles a abrazar el llamado bíblico para perdonar a aquellos quienes traspasaron contra ellos y llamar a aquellos quienes habían hecho mal y se arrepintieran.
Las clases están abiertas para todos los miembros de la comunidad incluso si no son parte de la parroquia. Un estudiante de la clase fue un hombre pentecostal quien fue el único sobreviviente de una familia de 40.
La parroquia de Bosco es una de muchas iglesias en el país que se ha unido con World Vision para ayudar a la reconciliación entre los Hutu y los Tutsis en sus comunidades.
Con una misión evangélica, World Vision comenzó en 1994 proveyendo ayuda y asistencia. La caridad después traicionó a enfocarse en albergar unificación en las comunidades ruandeses.

Fuente: Gaceta Cristiana

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